domingo, 7 de octubre de 2012

1981: James Tobin

 

 

La tasa Tobin inspira el nuevo impuesto acordado por la Eurozona

martes, 09/10/12 - 17:32

Madrid, 9 oct.- España, Italia y otros nueve países europeos, todos de la Eurozona, han acordado impulsar la creación de una tasa sobre las transacciones financieras a la banca mediante el sistema de la cooperación reforzada.

Este impuesto es una versión de la denominada "tasa Tobin", una propuesta de 1972 del premio Nobel de Economía James Tobin, que consistía en gravar las transferencias de divisas con una tasa inferior al uno por ciento.

La iniciativa fue una reacción a la incertidumbre en los mercados de divisas a consecuencia de los constantes ataques especulativos a las monedas después de que Estados Unidos abandonase el sistema monetario surgido de Bretton Woods.

A finales de la década de los setenta, el premio Nobel amplió su propuesta. El objetivo ya no era únicamente amortiguar las fluctuaciones de los tipos de cambio, sino también recaudar fondos que podrían ser administrados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial (BM).

El impuesto diseñado por Tobin volvió al debate público en 1997, cuando Ignacio Ramonet, director de "Le Monde Diplomatique", proponía su adopción para combatir la especulación y recaudar fondos para luchar contra la pobreza.

De esta idea surgió ATTAC (Asociación por una Tasa a las Transacciones financieras para Ayuda a los Ciudadanos), una de las organizaciones que forman parte del Movimiento Antiglobalización.

Existen muchas dudas sobre su aplicación práctica. Sus detractores alegan que la implantación de un impuesto de este tipo en un solo país es poco eficaz porque alejaría la inversión internacional, mientras que su extensión a todo el planeta es impensable.

Sin embargo, Francia estrenó en agosto de este año un impuesto del 0,2 por ciento sobre algunas operaciones de compraventa de títulos de grandes capitalizaciones bursátiles.

En Londres, primera plaza financiera de Europa, existe una tasa similar conocida como "stamp duty", aplicada a algunos productos financieros como los títulos bursátiles.

En el caso de la Eurozona, la idea de impulsar la cooperación reforzada para introducir la tasa a las transacciones financieras surgió de Alemania y Francia.

La cooperación reforzada consensuada hoy se basaría en gravar con un mínimo del 0,1 % las transacciones con acciones y bonos, y con el 0,01 % las operaciones con derivados para contribuir a financiar el coste de la crisis.

(Agencia EFE)




Robin Hood, Premio Nobel de Economía

Alfonso Morte, Analista técnico independiente

01/10/2012

A veces la realidad supera a la ficción. Después de varias versiones cinematográficas, parece que Robin Hood, no sólo existe, sino que además fue reconocido con el premio Nobel de Economía en 1981.


Desde el complejo hotelero de Breton Woods en 1944, se creó el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Pero no sólo eso, también se establecieron las reglas para las relaciones comerciales y financieras entre los países más industrializados del mundo, estableciendo el Dólar estadounidense, como moneda de uso internacional. Esto tuvo sus consecuencias.

Y no es que Robin de Loxley tuviera nada que decir en aquel hotel, es que, unos años después, en el verano de 1971, Richard Nixon eliminó la convertibilidad oro/dólar. El metal precioso ya no era moneda de cambio, pasaba a mandar el billete verde. A raíz de esto, y para evitar la excesiva especulación sobre las divisas, el profesor James Tobin ideó su famosa tasa.
En un principio y parafraseando al Nobel, simplemente era una medida para “arrojar algunos granos de arena en los engranajes de las finanzas internacionales”. La idea era sencilla, si se aplica un porcentaje en las transacciones puramente especulativas en el mercado de divisas, la rentabilidad del inversor cae y hace la inversión menos atractiva. Esa menor actividad, acarrearía más estabilidad a las divisas, ni más ni menos que el objetivo. En el centro de la diana.

Hoy, esa tasa “ha evolucionado” y lo que en un principio pretendía únicamente dar estabilidad a las divisas, se ha transformado en aplicar un porcentaje para la mayoría de las actividades financieras. Es decir, que los granos de arena, van a caer a partir de ahora, en los engranajes de las finanzas personales de muchos pequeños inversores.

En este caso la idea también es sencilla, más si cabe, recaudar. Simplemente recaudar. Es como aquella escena tan espectacular y emocionante en la que Kevin Costner, atraviesa una flecha con otra de manera perfecta, justo en el centro. La tasa es como esa flecha, directa, donde debe ir. Sin embargo, no es tan emocionante ni espectacular cuando nosotros somos la diana…



Fue la ONG OXFAM quien bautizó erróneamente la tasa con el nombre del personaje de ficción, ya que consideraba más loable el recaudar para destinar los fondos a fines sociales. Sin embargo, el fundador original de la idea pretende desligarse de los movimientos antiglobalización, siendo claro defensor de la economía libre.

 

Por otro lado, y a pesar de lo discutible de la actuación del héroe medieval inglés, no está tan mal si realmente esos ingresos van a parar a las empresas, a los generadores de empleo. El problema es que Rajoy Hood y sus compañeros europeos, acaben destinando la recaudación a pagar intereses de la deuda y no a incentivar la economía real.




Una entrevista a James Tobin
publicada en DER SPIEGEL (36/2001, pág. 122) el 3 de septiembre de 2001.

El Premio Nobel de Economía James Tobin habla del sorprendente redescubrimiento de su impuesto sobre la especulación, de su conflictiva relación con los adversarios de la globalización y de los errores del Banco Central Europeo.

Pregunta. Señor Tobin, usted está aquí en Wisconsin, tranquilamente sentado junto a un lago, mientras los críticos de la globalización ensayan en Europa una revuelta en su nombre. ¿No le levanta eso de su banco?

Respuesta. En absoluto. No tengo ni lo más mínimo en común con estos revoltosos de la antiglobalización.

P. La organización de protesta Attac tomó al principio su nombre, los manifestantes exigen a gritos la tasa Tobin. ¿No le alegra nada que, treinta años después de que usted la expusiera, su idea de imponer una tasa a la especulación en las transacciones financieras, encuentre por fin partidarios?

R. Naturalmente que me alegra; pero los aplausos más sonoros vienen del lado equivocado. Mire usted, yo soy economista y, como la mayoría de los economistas, partidario del libre comercio. Además, estoy a favor del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, de la Organización Mundial de Comercio. Abusan de mi nombre.

P. Este movimiento quiere que se graven las transacciones financieras internacionales. Así se domarían los mercados de capital y con los ingresos adicionales se intensificaría la ayuda al desarrollo ¿No suena eso igual a su propuesta?

R. Yo había propuesto que se pusieran los ingresos a disposición del Banco Mundial. Pero eso no era lo que a mí me preocupaba. El impuesto sobre las transacciones de divisas estaba pensado para amortiguar las fluctuaciones de los tipos de cambio. La idea es muy simple: en cada cambio de una moneda a otra se impondría una pequeña tasa, digamos del 0,5% del volumen de la transacción. Así se disuade a los especuladores. Porque muchos inversores invierten su dinero en divisas a muy corto plazo. Si este dinero se retira de repente, los países tienen que elevar drásticamente los intereses para que la moneda siga siendo atractiva. Pero los intereses altos son a menudo desastrosos para la economía nacional, como han puesto de manifiesto las crisis de los años noventa de México, el Sudeste asiático y Rusia. Mi tasa devolvería un margen de maniobra a los bancos emisores de los países pequeños y opondría algo al dictado de los mercados financieros.

P. Espantar a los especuladores, dictadura de los mercados financieros: ¿No es esto lo que dicen los críticos de la globalización?

R. Lo que les importa a ellos sobre todo, creo yo, son los ingresos procedentes de los impuestos, con los que quieren financiar sus proyectos para mejorar el mundo. Pero, para mí, recaudar dinero no es precisamente lo más importante. Yo quería frenar el tráfico de divisas; los ingresos fiscales son para mí un subproducto.

P. Entonces, ¿qué hay en contra de que este subproducto se use para buenos fines?

R. Nada, yo me alegraría de que esos ingresos les llegaran a los pobres del mundo. Pero sobre eso tendrían que decidir los gobiernos.

P. ¿Qué le indujo a usted en 1972 a desarrollar la tasa Tobin?

R. Yo soy un discípulo de Keynes, y éste ya proponía en el famoso Capítulo XII de su Teoría general del empleo, del interés y del dinero un impuesto así sobre las transacciones, con el fin de vincular los inversores a sus acciones de una forma duradera. Esta idea la traspasé yo en 1971 a los mercados de divisas. Entonces EE UU se despidió del sistema de Bretton Woods de tipos de cambio fijos y, al mismo tiempo, las primeras transacciones electrónicas de dinero por ordenador prometían un gigantesco aumento del número de transacciones. Yo quería aminorar la velocidad de este proceso para que se especulara menos y para que los tipos de cambio no fluctuaran tanto. Hoy en día, cuando en cualquier momento cualquiera puede comerciar en el mercado de valores con su ordenador personal, este problema se ha acrecentado muchísimo.

P. ¿La introducción de este impuesto a la especulación no tendría que llevarse a cabo en todas partes al mismo tiempo para evitar guaridas y paraísos fiscales? ¿Quién va a dirigir esto? ¿Una autoridad internacional de la tasa Tobin?

R. Esto lo podría hacer el FMI. Tiene experiencia con el sistema monetario internacional: casi todos los países pertenecen a él.

P. ¿Precisamente el FMI? No sólo entre los adversarios de la globalización se le considera el asistente de los actos del capitalismo global, que mejor sería suprimir.

R. Al contrario: yo creo que el FMI debe ser reforzado y ampliado. Claro que ha cometido muchos fallos, sin duda. Pero, como le ocurre al Banco Mundial, tiene demasiados pocos medios a su disposición para ayudar sobre todo a las economías pobres y subdesarrolladas. El Banco Mundial y el FMI no son parte de una conspiración llamada globalización.

P. ¿Vale eso también para la Organización Mundial de Comercio?

R. Naturalmente. Ya su antecesor, el GATT, había hecho muchas cosas buenas por ampliar el mercado mundial.

P. No todo el mundo tiene una visión tan positiva. Decenas de miles de adversarios de la globalización atacaron en 1999 en Seattle la reunión de ministros de la OMC.

R. La OMC necesita más poder, también sobre EE UU. La OMC debería poder prohibir que los países industrializados bloquearan las importaciones de los países en vías de desarrollo con toda clase de trabas al comercio.

P. El hecho es que los países industriales abastecen al Tercer Mundo de productos y lo utilizan como mano de obra barata.

R. Todo eso de que el FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio son los enemigos de los países en vías de desarrollo me parece mal enfocado. Los problemas de la globalización no se resuelven deteniéndola. Todos los países y sus habitantes se benefician del libre intercambio de mercancías y de capital.

P. ¿Entonces por qué ha aumentado la pobreza en el mundo?

R. No ha aumentado en absoluto. Tomemos Corea del Sur, que en 1960 era un país paupérrimo. Ahora es una de las naciones industriales del mundo. Lo mismo vale para otros tigres asiáticos, pese a la crisis del sudeste asiático de hace cuatro años. Estos países siguen siendo más prósperos que hace tres décadas. Y lo son gracias al mercado y al capital extranjero.

P. Puede que algunos países se beneficien, pero en una perspectiva global, los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres.

R. La pobreza puede tener muchas causas, la mayoría de ellas debidas a los países mismos. No van a mejorar su situación con medidas como las que recomiendan los adversarios de la globalización, como la implantación mundial de normas occidentales para los puestos de trabajo. De esa manera se reduce la competitividad de las exportaciones de los países pobres a los mercados ricos.

P. ¿Usted acusa a Attac de ser un mal abogado de los pobres?

R. No conozco con exactitud las propuestas de Attac. Las últimas protestas son bastante contradictorias y dispares, ni siquiera sé si todo esto refleja lo que es Attac. Sus posiciones son bien intencionadas y mal pensadas. No quiero ver mi nombre asociado con eso.

P. ¿Ha hablado usted alguna vez con Attac?

R. El presidente, Bernard Cassen me ha llamado una vez y me ha invitado a París. Allí tendría que aparecer ante unos miles de partidarios entusiastas.

P. ¿Qué le ha contestado usted?

R. He dicho que no. Por motivos familiares y porque no quería que se me identificara con los fines de Attac. Desde entonces no he oído nada de él. Attac no me ha comunicado que está haciendo propaganda de mi impuesto.

P. ¿Cómo se explica usted que su idea tenga tantos partidarios entre los activistas políticos y que, sin embargo, los expertos en economía la critiquen?

R. Tampoco lo hacen todos. La mayoría de los economistas sencillamente ignoran mi proyecto. Pero sí que hay una serie de libros y de artículos sobre la tasa Tobin. Algunos están a favor; otros la critican, y los hay que no se deciden.

P. El profesor Rudi Dornbusch del Instituto de Tecnología de Massachussets ve su impuesto de una manera crítica; Robert Mundell, como usted Premio Nobel de Economía, incluso la considera una idea 'tonta'.

R. Confío en que se refieran a Attac y sus cómplices, no a mi impuesto.

P. Precisamente George Soros, el especulador más famoso del mundo, elogia su impuesto espantaespeculadores. ¿Otra vez un aplauso que viene de mal sitio?

R. El hombre sabe bien de qué habla. Soros ha ganado mucho dinero en los mercados financieros, esto no es en sí un pecado. Además tiene unas ideas muy heterodoxas sobre el sistema monetario mundial. De él tendrían que tener más cuidado los ministros de finanzas del mundo que de mí, a él tendrían que tenerle más miedo, porque él cuenta con los medios para poner en práctica sus planes.

P. ¿Cree usted que su tasa Tobin va a ser realidad algún día?

R. No hay ninguna oportunidad, me temo. La gente que decide en el mundo financiero internacional están en contra.

P. Los ministros europeos de economía y finanzas van a debatir la tasa Tobin en su reunión de finales de septiembre en Lieja.

R. Probablemente eso no va a ser más que una representación teatral. Dudo que se vaya a reflexionar en serio sobre eso. Al fin y al cabo, no quieren cargar al sector financiero con un impuesto más.

P. ¿Por qué, para la protección de las monedas, no se vuelve a un sistema de tipos de cambio fijos?

R. Esto se intentó y fracasó. Los especuladores como Soros dejan a los bancos emisores fuera de juego con sus maniobras. Mire usted Argentina, que ha acoplado su peso directamente al dólar USA. Lo que está pasando allí es un desastre, un desastre absoluto. Esos tipos de cambio irrefutables son invitaciones a la especulación. Los traficantes apuestan a si los bancos emisores tienen la voluntad y la capacidad de defender los tipos de cambio acordados. No, los sistemas de tipos de cambio fijos están pasados de moda.

P. ¿Por qué no evitar las crisis monetarias sencillamente suprimiendo las monedas? ¿No tendría sentido también en Asia y en América un modelo euro?

R. Tal como yo lo veo, el euro no es precisamente el gran éxito que se impone como modelo para otras regiones del mundo.

P. El euro recobra terreno ante el dólar.

R. No me refiero a su valor. Eurolandia adolece de que la economía general de Europa se encuentra en una situación que no es buena. El culpable es el Banco Central Europeo, porque no ha seguido una política como el banco emisor americano.

P. ¿Que sería cuál?

R. Wim Duisenberg, presidente del Banco Central Europeo, me ha dicho una vez que él no tenía nada que ver con la economía real, con el crecimiento y con el empleo. Que su misión era combatir la inflación. Si esto es todo lo que puede ofrecer la política monetaria europea, no es sorprendente que la economía en Europa esté débil.

P. ¿Cómo ha razonado Duisenberg su posición?

R. Él tiene una visión muy ideológica. Para él, la estabilidad de los precios es una especie de religión, como pasaba antes en EE UU con los monetaristas. Por suerte, el presidente del banco central americano Alan Greenspan no era uno de ellos. La Reserva Federal no se limita a mantener la estabilidad de los precios. También se siente responsable del crecimiento y de los puestos de trabajo. Greenspan siempre ha dicho que la Reserva Federal trata de conseguir ambas cosas con todas sus fuerzas.

P. ¿Fue esto una obra de arte a la vista del auge económico más duradero de la historia de Estados Unidos?
R. El auge no fue una mera casualidad histórica. Greenspan tiene mucho que ver con esto, igual que el Gobierno de Clinton. Sin duda, Greenspan tuvo suerte, pero es que además tuvo valor. En 1994 era una ley sagrada para el banco emisor que la inflación amenazaba si la tasa de desempleo bajaba del 6%. Cuando entonces alcanzamos este valor límite y la inflación siguió comportándose bien, Greenspan resistió las presiones y no intervino, no redujo la cantidad de dinero. Bajamos a un 4% de desempleo, y sin embargo la inflación no subió, sólo porque Greenspan tuvo el coraje de enfrentarse a las doctrinas tradicionales. Duisenberg nunca se atrevería a algo así.
Wim Duisenberg, en una conferencia de prensa en la sede del Fondo Monetario Internacional en Washington en el año 2001



Willem Frederik Duisenberg (9 de julio de 193531 de julio de 2005) fue un banquero y político neerlandés. Como primer presidente del Banco Central Europeo, entre 1998 y 2003, fue uno de los artífices de la introducción de la moneda común europea, el euro, en once países en el año 2002.


George Soros

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George Soros
Soros talk in Malaysia.jpg
George Soros
Nacimiento12 de agosto de 1930 (82 años)
Bandera de Hungría Hungría, Budapest
NacionalidadHúngara - Estadounidense
OcupaciónFinanciero, inversor
CónyugeAnnaliese Witschak
Susan Weber
HijosRobert, Andrea, Jonathan, Alexander, Gregory.
Sitio web
George Soros
George Soros (12 de agosto de 1930, Budapest) es un especulador financiero, inversor, filósofo y activista político de origen húngaro y nacionalizado estadounidense.[1] Se hizo famoso por el hecho conocido como miércoles negro, es decir, por provocar la quiebra del Banco de Inglaterra el 16 de septiembre de 1992. Con una fortuna neta valorada en unos 22.000 millones de dólares en septiembre de 2011, está considerado por la revista Forbes como la séptima persona más rica del mundo.[2] Por otra parte, es conocido por su apoyo a diversos movimientos sociales dentro de una filosofía de sociedad abierta, muy influida por el liberalismo de su amigo y filósofo Karl Popper. Fue miembro de la junta del Council on Foreign Relations. Durante la década de los 80, respaldó el movimiento sindical polaco Solidarność, así como la organización Carta 77 en la entonces Checoslovaquia, con la finalidad de contribuir al fin del dominio político de la Unión Soviética en esos países.
 
 
 
 


 
 



 

 

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